Más producción, más cantidad en menos tiempo: la
industrialización de finales del siglo XIX aceleró nuestra impaciencia,
introdujo la tiranía de la eficiencia incluso en terrenos tradicionales
como la artesanía. Antes del boom
de la producción masiva, un bordado, un mueble o una joya se valoraban por la
elaboración, la dedicación lenta y exclusiva del artesano, dando lo mejor de
su técnica en el objeto. Ahora, la dificultad del proceso ha perdido la
batalla frente al beneficio.
