Es el miedo al «qué dirán» y a cómo afrontar los pagos
cuando, en estos momentos, cada vez son más los hermanos de las Cofradías de
Semana Santa que no pueden hacer frente a sus cuotas. Si a esto le sumamos
que el precio del oro ha subido 300 euros el kilo en un solo año, la falta de ayudas aún siendo una industria
autóctona que genera arte y puestos de trabajo, y la competencia desleal
que ejercen tanto los talleres ilegales como los subvencionados por las
administraciones provinciales o locales; el resultado es que se están viendo
desamparados y en caída libre.
¿La solución? No parece fácil. Al menos, todos están de
acuerdo en resucitar ese espíritu asociativo para hacer un frente común y no
hacer la guerra por su cuenta, creando
un colegio de profesionales del bordado que defienda los intereses generales.
Un proyecto que quedó abandonado por la
desidia y que, ahora, aparece como única alternativa a tener en cuenta.