Las manualidades recuperan el valor de tiempos pasados
para muchos activistas que buscan una manera más creativa, personal y eficaz
para luchar por las causas sociales.
Tal y como explica la periodista Camila Larsen Esveile en el
artículo ‘Activismo de punto’, se trata de redescubrir que cada objeto hecho a
mano posee un valor cultural y social determinado, que la llegada del
capitalismo en la era moderna les arrebató. Antes de la revolución industrial,
las habilidades artesanales estaban muy demandadas en la sociedad.
Normalmente eran las propias mujeres las encargadas de coser
ropa para vestir a los miembros de la familia, pero existían, también, un
sinfín de oficios especializados (zapateros, sastres, ceramistas y cuchilleros,
entre otros), ya que cada uno de ellos se ganaba la vida explotando sus mejores
cualidades y trabajando en lo que mejor sabía hacer. Sin embargo, esta
mentalidad cambió por completo con la llegada de la era industrial, ya que a
medida que la producción se masificó, los precios inigualables de las grandes
industrias fueron ganando terreno.
El materialismo y el consumismo crecieron como la espuma,
mientras los artesanos comprobaban ante sus ojos como el negocio de toda una
vida se desmoronaba completamente. Por todo ello, los craftivistas han
encontrado en el comienzo de este nuevo siglo el momento perfecto para rescatar
ese espíritu creativo que ya se creía perdido. Porque en la lucha por un mundo
más justo para todos, de nada sirven los grandes números si cada uno de
nosotros no es capaz de dar lo mejor de sí mismo.